CERVEZAS
Aquella noche apareciste de forma mágica, una de esas magias esperadas, deseadas, provocadas. Surgiste tras una esquina ,con aquella sonrisa tuya, dulce y llena de un encanto especial.
-."Hola".- no dijiste nada más, no hacía falta: llenabas los instantes con el calor de tu proximidad, con el sonido de tu respiración.
-."¿Qué te apetece hacer?".- te hice la pregunta mirándote, como en actitud de reverencia, de adoración, de espectante amor. Era una pregunta nacida de una brisa de esperanza, de un corazón dorado y mítico, de un sentido interior del pensamiento que se descubre extraño a si mismo.
Caminamos durante una hora, o tal vez menos, y acabamos en un bareto pequeño, ruidoso y con el aire muy cargado. Las conversaciones se hacían hermosamente intranscendentes, cariñosamente absurdas, tiernamente inconexas. El ruido a penas me dejaba entender tus palabras pero, aun así, creía conocer todos tus pensamientos.
-."¿Sabes?, me gustaría ir más allá de tu piel".- me dijiste rozándome la mano.
-."Ten cuidado, más allá de la superficie hay mundos desconocidos, oscuros en ocasiones".-
-."No me importa, no soy un cobarde"-.
De nuevo reíste y te llevaste la botella de cerveza a los labios con una masculinidad eterna y serena.
-."Hola".- no dijiste nada más, no hacía falta: llenabas los instantes con el calor de tu proximidad, con el sonido de tu respiración.
-."¿Qué te apetece hacer?".- te hice la pregunta mirándote, como en actitud de reverencia, de adoración, de espectante amor. Era una pregunta nacida de una brisa de esperanza, de un corazón dorado y mítico, de un sentido interior del pensamiento que se descubre extraño a si mismo.
Caminamos durante una hora, o tal vez menos, y acabamos en un bareto pequeño, ruidoso y con el aire muy cargado. Las conversaciones se hacían hermosamente intranscendentes, cariñosamente absurdas, tiernamente inconexas. El ruido a penas me dejaba entender tus palabras pero, aun así, creía conocer todos tus pensamientos.
-."¿Sabes?, me gustaría ir más allá de tu piel".- me dijiste rozándome la mano.
-."Ten cuidado, más allá de la superficie hay mundos desconocidos, oscuros en ocasiones".-
-."No me importa, no soy un cobarde"-.
De nuevo reíste y te llevaste la botella de cerveza a los labios con una masculinidad eterna y serena.
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