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Mostrando entradas de julio, 2015

OJOS DE ESTATUA

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       Los días se hacen más largos en las tardes de verano, parece que el calor ha dilatado los átomos de tiempo, las partículas que construyen  la respiración.          Aquel verano fue especial, como todos los veranos, como todos los crepúsculos vividos rodeado de mar y de sal. El crepúsculo acuchilló la nostalgia y sólo pude adivinar entre las multitudes de veraneantes el perfil de tus ausencias. No es que me importe, o que me duela el que desaparezcas, la vida consiste en eso, en dinámica, en realidades que desaparecen y otras que surgen. Pero envidio la serenidad de las estatuas, en sus presencias eternas, desenterradas de un pasado que siempre es presente.          La mirada de la estatua se pierde tras de mi, en un horizonte ciego y hermoso. Indiferente a las miradas que le desean y pretenden arañar su epidermis de mármol. Su presencia es pura superficialidad, pura apariencia, invocando un interior que está únicamente dentro de aquel que la contempla. Sentirme estatua e

NOLI ME TANGERE

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         R. yacía desnudo sobre la cama, pensativo, sintiendo el leve sueño del despertar tras una noche difícil. El calor bañó su piel durante horas , enredándolo en su torbellino de hilo y oscuridad. Aquella noche la pasó solo, alguien se fue y decidió que su camino era otro diferente al del propio R. -."Otra vez lo mismo".-  efectivamente no era la primera vez que se sentía abandonado, aun cuando los recuerdos seguían vivos, indelebles, y se hacían presentes como  espíritus nouménicos en una noche de magia y drogas. Pero lo verdaderamente real era que él no estaba allí cuando abrió sus ojos. -."Si sentías cosas, si esas cosas eran lo mismo que yo siento ahora es la señal de que no me entiendo a mi mismo".- se decía para sus adentros, arañando los rincones de su pensamiento con el mismo ensañamiento de rascar una picadura de mosquito. En ese momento pudo escuchar la puerta abrirse despacio y cerrarse con un suave golpe.          R. Miró hacia el umbra

EXAGERAS

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         R. daba pasos rápidos y cortos, parecía que quería alargar el momento, sentir con profundidad la expectación, la sorpresa. Al final de la calle, en la esquina, estaba él. Bajo el sol abrasador de julio en Madrid. Su figura se giró y le vio, dibujando una sonrisa que era visible en la distancia. -."Hola...".- dijo R. con timidez. Al estrecharse las manos, sintió la cálida humedad del sudor y luego la sensación fría de la brisa vespertina en las palmas de las manos abiertas, entre los dedos separados, testigos mudos de un afecto profundo y eterno. Sólo hacía un mes de su primer encuentro, fue algo fortuito, igual que todas las cosas importantes de la vida, porque nacer es fortuito y también lo es morir. Se encaminaron lentamente hacia el Museo, el arte era una afición común, algo interesante y fascinante para ambos. -."No es fácil encontrar alguien como tú".- dijo R. Mirando hacia la lejanía inmediata de la calle. Sus ojos rozaban con rapidez el gris de

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         Aquella mañana de verano R. decidió levantarse de la cama y romper el vidrio etéreo que le impedía sentir la vida en primera persona,  desarmar el artilugio interno de su propio yo, construido con la ingeniería de las frustraciones y los sueños difuminados en amaneceres tempestuosos. Había decidido avanzar, como aquella diosa sentada en un carro arrastrado por leones, arrastrado por la fuerza de los sentimientos, de la vida misma. Tomó el teléfono en sus manos y marcó el número con las yemas insensibles de sus dedos. .-"Hola...soy R.".- la voz surgió cono si fuera la primera vez que pronunciaba su propio nombre, con asombro, con miedo. El aire se volvió éter en su pecho, el quinto elemento vivificador, esperanzador. _." Te llamo para decirte que si...".-          Y fue un sí a continuar el camino de la existencia, de la propia identidad, de la consciencia plena...el nuevo comienzo de los dioses íntimos, de las palabras que pesan en el pentagrama