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Mostrando entradas de mayo, 2012

EL BUQUE VACÍO

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                                            Sin saber por qué, ni cómo, lo vi aparecer en la lejanía. Había oido hablar de él, durante aquellas noches portuarias. Los viejos marinos miraban hacia el suelo cáda vez que se hacía alguna referencia al buque, aquel que se perdió hace ya años. Sus tripulantes eran amigos, parientes, gente amada, esperada, añorada. Sus transmisiones dejaron de oirse, el eco  eléctrico de los aparatos nunca más lo registró, pero...ahí está. El barco oxidado y vacío, navegando sólo, viviendo su propio desamor, su abandono. Fué una noche de invierno, dentro de la oscuridad impía y doliente, en una negritud absoluta. Ahora únicamente existe para romper el horizonte. Sólo se le puede divisar al alba, parece que necesita vivir, y dejarse ver, para que sepa el mundo que aun no ha muerto, para demostrar que sabe esperar. Me sentí tan afortunado, y, a veces pienso que ese viejo barco soy yo.

MUERTE

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       M. permaneció largo rato observando el mar, el oleaje, que golpeaba las rocas, lanzaba diminutas gotas que chocaban en su rostro. El agua salada le chorreaba por la mejilla, le humedecía las cejas. El aire se hacía más hiriente, más fuerte. Se sentía intimidado por la inmensidad de aquella masa , esa agua que estaba viva, pensaba por sí misma. En aquel momento, ambos se observaban. -"Me voy a ir, atravesando el mar-"  quiso romper la película invisible que le separaba de un mundo diferente, como una ninfa que surge tras el espejo de agua, de la profundidades de un rio. Primero una mano, luego el brazo hasta atravesar completamente la barrera. -"Voy, y no va a pasar nada. Lo sé" - sintió que era el comienzo de una nueva época. Mientras, se alzaba un manto de oro en el horizonte.

DE NOCHE

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       Una extraña guerra de calesas tuvo lugar aquella noche. Los vehículos giraban con  crueldad, gritaban sus ruedas al contacto con las piedras y los cantos rodados. Las mulas huían de si    mismas, arrastando a toda velocidad aquellos objetos, que dejaron de ser estraños no se sabe cuándo. Nadie supo, en la villa, quienes eran los viajantes de aquellos carruajes, nunca más se vió algo así. Pero, lo que sí quedó claro en los ojos de todos los testigos, es que fué un espectáculo terrible.
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       Ulises se adentra en el mar, en el vinoso Ponto , me hundo en el océano de mis propios pensamientos. ha llegado la hora de morir a la muerte, de romper el muro óseo de mis propios pensamientos. Ha llegado la hora de viajar, de salir de este puerto oscuro, más fiero que el propio mar abierto.