LAOCONTE
.-No sabes cuanto te he echado de menos.- te pareció hablar al vacío, encararte con la nada, acariciar el silencio. -. Ni te imaginas cuantas veces he salido a la calle esperando verte por alguna esquina, creyendo encontrar tu rostro reflejado en los escaparates de las tiendas.- Pero sigues teniendo el silencio por respuesta, un silencio rotundo, verdadero -. Nunca podré resignarme a no verte más, a no saber más de ti, a dejar definitivamente de oír tu voz, sólo oyéndola en mi interior hasta que se deforme y termine por no saber realmente cómo era. Y sigues retorciéndote en su interior, mordido en su existencia por su muerte, igual que Laoconte en la orilla del mar, igual que el sacerdote de Neptuno, atacado por serpientes místicas. -.No quiero saber porqué te fuiste, porqué has muerto, no quiero entenderlo, ni resignarme, ni aceptarlo, no...prefiero sentir cómo tus recuerdos se enroscan en mis piernas y en mis brazos, sentirme inmovilizado po