CANTO TERCERO
Te acercas al momento culminante, al espacio de no retorno, al último paso de tu vida. Se aproxima la barrera definitiva que corta el proceso de tu existencia, y no lo quieres saber, no quieres mirarlo, ni pensarlo.
Han sido muchos años, pero todos tan cortos, tan pequeños, tan minúsculos en un mundo que parece no acabar , no querer terminar. Tus manos son débiles y torpes, aquellas mismas que eran la encarnación de la fuerza y el acto certero. Tantas veces fueron creadoras de pequeños y grandes mundos. Tos ojos grises se han vuelto opacos, y lo que eran diamantes son ahora dos guijarros dulces y pulidos por el rio de las circunstancias.
Y cuando presiento tu final siento miedo, miedo por ti y también por mí, tengo miedo a morir, no soy un héroe, ni un mártir, ni quiero serlo. Ver cómo se termina tu vida me hace acercarme al filo del precipicio de mi propia existencia, de mi propia desesperación. Y me embarco en las naves de la fe, esperando los vientos de la mística, de esa extraña física cuántica que me ofrece las innumerables branas como posibles existencias teóricas. Pero no es justo que todo desaparezca, porque se borra la memoria, porque la lámina dorada de la vida se hace raza, limpia como un espejo en el que se han de reflejar las nubes vacías de un cosmos sin tí, sin nosotros.
No quiero que te vayas, no quiero ni pensar que tomarás el último tren sin retorno, sin esperanza, un tren para el que yo mismo tengo pasaje para el que ningún equipaje me será útil.
-."Oh Dios de los misterios, de los espacios infinitos, de las múltiples dimensiones, no te olvides de nosotros, y sopla fuerte sobre las velas de mi barco de cristal".-
Han sido muchos años, pero todos tan cortos, tan pequeños, tan minúsculos en un mundo que parece no acabar , no querer terminar. Tus manos son débiles y torpes, aquellas mismas que eran la encarnación de la fuerza y el acto certero. Tantas veces fueron creadoras de pequeños y grandes mundos. Tos ojos grises se han vuelto opacos, y lo que eran diamantes son ahora dos guijarros dulces y pulidos por el rio de las circunstancias.
Y cuando presiento tu final siento miedo, miedo por ti y también por mí, tengo miedo a morir, no soy un héroe, ni un mártir, ni quiero serlo. Ver cómo se termina tu vida me hace acercarme al filo del precipicio de mi propia existencia, de mi propia desesperación. Y me embarco en las naves de la fe, esperando los vientos de la mística, de esa extraña física cuántica que me ofrece las innumerables branas como posibles existencias teóricas. Pero no es justo que todo desaparezca, porque se borra la memoria, porque la lámina dorada de la vida se hace raza, limpia como un espejo en el que se han de reflejar las nubes vacías de un cosmos sin tí, sin nosotros.
No quiero que te vayas, no quiero ni pensar que tomarás el último tren sin retorno, sin esperanza, un tren para el que yo mismo tengo pasaje para el que ningún equipaje me será útil.
-."Oh Dios de los misterios, de los espacios infinitos, de las múltiples dimensiones, no te olvides de nosotros, y sopla fuerte sobre las velas de mi barco de cristal".-
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