ESCAPARATE

Me he pasado la vida mirando escaparates, contemplando aquellas cosas que he deseado a través de una pared de cristal, haciendo del vidrio un Muro de las lamentaciones cada vez que miraba con desesperanza el objeto de mis deseos y de mis ilusiones. Un vidrio se ha interpuesto entre mi vida y el resto del mundo. Es duro soñar con cosas reales, contemplar cómo aquello nunca ha de pertenecer a tu mundo, y es que el destino ha sido cruel convirtiendo en inaccesible lo que puede date la felicidad. Un muro de vidrio frío y duro se interpuso ante lo que más he amado. Difícil es vivir, cuesta trabajo, como dijo un filósofo al que no pretendo citar, pero que estaba totalmente en lo cierto. Vivir es difícil y hasta cruel cuando el escaparate se ha convertido en la tónica de toda una existencia. Ha sido cruel porque se ha interpuesto entre mi persona y mis hijos, a los que sólo puedo contemplar en la lejanía, o imaginarlos tras las palabras arrancadas a alguien que está cerca de ellos, cruel y sangriento cuando ellos mismos no llegan a entenderlo y te lo lanzan al rostro. No puedo dar explicaciones sobre las decisiones que he tomado, porque ni yo mismo las tengo, no puedo explicar porqué siempre he estado solo, porqué siempre se me ha rechazado y despreciado la capacidad de cariño que poseo.
Supongo que mi infancia, arrasada por los años, se ha ido perpetuando en ráfagas, y he revivido aquellos recuerdos en los que me veo a mi mismo como testigo de la felicidad de otros cuando les hacían regalos que yo no podía tener o cuando miraba de lejos a mis compañeros del colegio, siempre rodeados de amigos. Me marchaba a casa siempre solo, deseando encontrar algo que me diera felicidad, esperanza. No encontré el cariño de un padre, y eso que vivía bajo el mismo techo, ese cariño que yo derramo a cada instante y que nadie es capaz de recoger. Contemplo tras el escaparate de la vida cómo personas que mostraron cierto interés por mi persona, se alejan , tal vez porque no respondía a sus espectativas. Ha de ser eso. En cambio el que realmente esperaba era yo y, desde luego, fueron siempre frustradas. Debo ser consciente e que el tiempo ha pasado, de que ya no me queda familia y que no creo que tenga amigos, al menos tanto como lo soy yo, debo acercarme de nuevo al escaparate y ser capaz de acariciar, como cuando era pequeño, su superficie lisa y limpia, volver a empañar con mi aliento aquel vidrio transparente y limpiarlo a cada momento para poder ser consciente de que lo real no me pertenece.

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