MARCHAR

         Aquella tarde salí a las calles buscando algo que no lograba comprender. Salí casi llorando, conteniendo las lágrimas en mis párpados y en las palmas de mis manos. Aquella tarde casi anocheciendo, cuando se puede oler el crepúsculo en la ciudad, cuando se vuelven rosas las fachadas de los edificios, trataba de escuchar el pulso de mi vida, de mi existencia.
         Aquella tarde salí con las maletas hechas y con la mente deshecha, con el futuro por romper, igual que haría un tritón al salir del agua turbia de una charca.




         Aquella tarde, como cuchillos se me clavaron los silencios y las miradas . Pero no importa, porque la vida es una, porque el tiempo es uno, porque yo soy lo que soy.
Desde aquella tarde sigo buscando el camino de mis propias soledades, sabiendo que soy yo sólo el que ha de arrastrar el carro de oro, en el que viaja el Apolo interno de mi espíritu.

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