Aquella mañana de verano R. decidió levantarse de la cama y romper el vidrio etéreo que le impedía sentir la vida en primera persona,  desarmar el artilugio interno de su propio yo, construido con la ingeniería de las frustraciones y los sueños difuminados en amaneceres tempestuosos.
Había decidido avanzar, como aquella diosa sentada en un carro arrastrado por leones, arrastrado por la fuerza de los sentimientos, de la vida misma.
Tomó el teléfono en sus manos y marcó el número con las yemas insensibles de sus dedos.

.-"Hola...soy R.".- la voz surgió cono si fuera la primera vez que pronunciaba su propio nombre, con asombro, con miedo. El aire se volvió éter en su pecho, el quinto elemento vivificador, esperanzador.




_." Te llamo para decirte que si...".-
         Y fue un sí a continuar el camino de la existencia, de la propia identidad, de la consciencia plena...el nuevo comienzo de los dioses íntimos, de las palabras que pesan en el pentagrama de una biografía.

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