MUERTE

       M. permaneció largo rato observando el mar, el oleaje, que golpeaba las rocas, lanzaba diminutas gotas que chocaban en su rostro. El agua salada le chorreaba por la mejilla, le humedecía las cejas. El aire se hacía más hiriente, más fuerte. Se sentía intimidado por la inmensidad de aquella masa , esa agua que estaba viva, pensaba por sí misma. En aquel momento, ambos se observaban.
-"Me voy a ir, atravesando el mar-"
 quiso romper la película invisible que le separaba de un mundo diferente, como una ninfa que surge tras el espejo de agua, de la profundidades de un rio. Primero una mano, luego el brazo hasta atravesar completamente la barrera.
-"Voy, y no va a pasar nada. Lo sé"
- sintió que era el comienzo de una nueva época.
Mientras, se alzaba un manto de oro en el horizonte.

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