EL BUQUE VACÍO

                                    




       Sin saber por qué, ni cómo, lo vi aparecer en la lejanía. Había oido hablar de él, durante aquellas noches portuarias. Los viejos marinos miraban hacia el suelo cáda vez que se hacía alguna referencia al buque, aquel que se perdió hace ya años. Sus tripulantes eran amigos, parientes, gente amada, esperada, añorada. Sus transmisiones dejaron de oirse, el eco  eléctrico de los aparatos nunca más lo registró, pero...ahí está. El barco oxidado y vacío, navegando sólo, viviendo su propio desamor, su abandono. Fué una noche de invierno, dentro de la oscuridad impía y doliente, en una negritud absoluta. Ahora únicamente existe para romper el horizonte. Sólo se le puede divisar al alba, parece que necesita vivir, y dejarse ver, para que sepa el mundo que aun no ha muerto, para demostrar que sabe esperar. Me sentí tan afortunado, y, a veces pienso que ese viejo barco soy yo.

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