LA CIUDAD PERDIDA
Fueron muchos los años de camino, sintiendo el sol fustigar un cuerpo desgastado, y en el momento más impreciso, más inesperado aparecieron las ruinas de la antigua ciudad. Las tradiciones la vistieron de oro y las cubrían de un verdor mágico en jardines perfumados, en sus calles bellísimas mujeres y los más hermosos de los hombres caminaron y fueron dueños del mundo en instantes eternos y perdidos. ¡Cuanta grandeza encierra aun sus muros!, sus caminos fueron ríos de oro que bañaban la codicia de muchos reyes y emperadores. Sólo los siglos y la falta de alma acabaron convirtiéndola en escombros venerables, en torres medio derruir, en pórticos desvencijados y dinteles que mágicamente se sostiene sobre delgadas columnas de mármol. -¡Que hermosas eres aun cuando estés muerta!- dijo el explorador al contemplar la silueta de aquellos fantasmas de piedra. No podía moverse de aquel sitio, incluso el crepúsculo comenzó a descender y ruborizar el aire del desierto tras sus