VALENTÍA

Hoy parece que el mar ha dejado sus inquietudes adormecidas, sus olas acarician lentamente los bordes del continente robando , con caricias eternas, parte de su propio ser. Ese mar se ha adentrado en mi interior y, cuando cierro los ojos, creo que escucho un rumor de olas marinas que arrastran las arenas dulces de mis recuerdos. De nuevo comienzo a navegar en mi interior y descubro mundos insólitos, a penas intuidos tras la cortina de esta realidad aparente y seductora. Mi mar interior me enseña a caminar tomado de mi propia mano, como un niño confiado, abriendo los ojos al mundo excitante y misterioso. Ese ser envejecido que reina en mi mente y en mi espíritu es el mismo que quiere comenzar cada momento y cubrir de belleza, como un alquimista, todo lo que le rodea. Es de nuevo la belleza la única capaz de arrastrar la melancolía y el dolor, la única experiencia perfectamente humana, absolutamente divina, si es que lo absoluto existe. Aun así, algo me dice que no es solo la estética lo que evita el sufrimiento, es necesario amar el azar, lo incontrolable y, esto, es sólo para corazones valerosos. Tal vez sea valor lo que me falta, aun cuando , a veces, he sido temerario y he perdido.

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