EL PRESIDENTE
La tarde era gris, pesada, y una brisa cálida y húmeda recorría los rincones de la monumental plaza.
La multitud estaba enardecida, exaltada, sus voces se mezclaban en un abigarrado rugido, como un crepitar de carromatos nocturnos, arrastrados pesadamente por misteriosos bueyes. Sobre un océano de seres, se alzaba el balcón del palacio presidencial. Pasada casi una hora desde le propuesta para la convocatoria se abrieron las enormes puestas venecianas del balcón. Aquellas puertas negras,que siempre estaban cerradas como pintadas sobre un muro de ladrillo y estuco. Entonces apareció aquel hombre alto, seguro de si mismo, sabiendo que todos los ojos se clavaban en su lejana silueta. Apareció el Presidente.
-. Camaradas.- gritos aplausos, lamentos...
-. Sé lo que buscáis, lo conozco porque es mi corazón el que escucha cada uno de vuestros anhelos.-
El Presidente se retiró momentaneamente de la balaustrada del balcón, para avanzar de nuevo sobre ella con rapidez.
-. Sí, lo sé, porque el sonido de vuestras lágrimas han despertado el oleaje del mar, un mar de fuerza contenida que sólo espera el momento de manifestarse, de ser él mismo.-
La multitud, como una masa oscura y uniforme, dejó de gritar, el silencio comenzó a cubrir la enorme plaza.
-. Tengo la sangre de vuestras voluntades, tengo el poder de vuestras miserables vidas, que lograrán, con mi último hálito, mostrarse brillante ante el mundo. Debéis luchar, debéis sentir, debéis morir a la muerte, a la vida sin aire, abandonad las naves oxidadas, perdidas en una deriva de miedo...Romped la noche y abrid una nueva aurora.
-.Ha llegado el momento de abandonar la palabra, de dejar en paz la tensión del silencio, de olvidar de una vez por todas, de adorar la sombra de los dioses. Es la hora de actuar de cambiar el mundo, de girar la tierra en el sentido contrario. es el momento de la lucha.-
Una explosión de gritos de voces unidas en euforias efímeras, como niños que gritan en juegos que no tienen sentido, que no acaban y que en el fondo, no aman.
La multitud estaba enardecida, exaltada, sus voces se mezclaban en un abigarrado rugido, como un crepitar de carromatos nocturnos, arrastrados pesadamente por misteriosos bueyes. Sobre un océano de seres, se alzaba el balcón del palacio presidencial. Pasada casi una hora desde le propuesta para la convocatoria se abrieron las enormes puestas venecianas del balcón. Aquellas puertas negras,que siempre estaban cerradas como pintadas sobre un muro de ladrillo y estuco. Entonces apareció aquel hombre alto, seguro de si mismo, sabiendo que todos los ojos se clavaban en su lejana silueta. Apareció el Presidente.
-. Camaradas.- gritos aplausos, lamentos...
-. Sé lo que buscáis, lo conozco porque es mi corazón el que escucha cada uno de vuestros anhelos.-
El Presidente se retiró momentaneamente de la balaustrada del balcón, para avanzar de nuevo sobre ella con rapidez.
-. Sí, lo sé, porque el sonido de vuestras lágrimas han despertado el oleaje del mar, un mar de fuerza contenida que sólo espera el momento de manifestarse, de ser él mismo.-
La multitud, como una masa oscura y uniforme, dejó de gritar, el silencio comenzó a cubrir la enorme plaza.
-. Tengo la sangre de vuestras voluntades, tengo el poder de vuestras miserables vidas, que lograrán, con mi último hálito, mostrarse brillante ante el mundo. Debéis luchar, debéis sentir, debéis morir a la muerte, a la vida sin aire, abandonad las naves oxidadas, perdidas en una deriva de miedo...Romped la noche y abrid una nueva aurora.
-.Ha llegado el momento de abandonar la palabra, de dejar en paz la tensión del silencio, de olvidar de una vez por todas, de adorar la sombra de los dioses. Es la hora de actuar de cambiar el mundo, de girar la tierra en el sentido contrario. es el momento de la lucha.-
Una explosión de gritos de voces unidas en euforias efímeras, como niños que gritan en juegos que no tienen sentido, que no acaban y que en el fondo, no aman.
Comentarios