EL TIMÓN

         R. no era consciente de sÍ mismo, de sus emociones o de sus sentimientos. simplemente se limitaba a sentir, a amar, a odiar, a esperar, a sufrir o disfrutar. Vivía inmerso en una marea , en un torbellino de  pasiones, de esperanzas y de frustraciones que hacían de su vida algo semejante a una montaña rusa. Le faltaba la perspectiva de si mismo, le faltaba concocerse...amarse.
-."vivo en una tensión constante. No sé qué va a pasar y cómo podré solucionar lo que me ocurra"-.
         Al caminar por las calles miraba siempre  de forma perdida al horizonte. Fue una decisión personal: no quería desafiar al mundo mirándole fijamente, porque el mundo es hostil, cruel.
-."No quiero provocar situaciones".-
       Pero sabía que tenía que ser testigo de si mismo, observador de sus estados anímicos, y para ello comenzó un intenso proceso de introspección, de autoconocimiento.
-. "quiero saber cómo soy, cómo siento, cómo vivo".-




         En años descubrió su enorme capacidad de sentir, las intensas experiencias que , para él, suponían cualquier vicisitud de la vida, su capacidad de empatizar y ver más allá de la piel de la gente que le rodeaba. También encontró egoísmo, actitudes infantiles en las que pretendía ser el centro de una realidad que le resultaba inabarcable.
         Al conocerse, de mirar hacia dentro en la dulce oscuridad de si mismo, comenzó a sentirse amado, valorado y, sobre todo, a saber que vivir es emocionante, pero que la emoción  no debe arrastrar el barco de su existencia: hay un timón, hay puertos a los que llegar, hay emoción y aventura, aunque esas aventuras debían de ser deciones suyas.

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