VIOLENCIA

         Cuando empezaron los golpes ya se había descontrolado todo. Antes fueron los gritos, los insultos y las miradas fijas y demoledoras. Había bebido, no demasiado, lo justo para perder cualquier tipo de respeto, de temor a mi mismo y al otro.
         El primer golpe lo recibí yo, y no me dolió nada, sólo un ligero escozor. Me toqué la cara y  mi mano estaba manchada de sangre, que empezó a recorrerme la mejilla, y la sentía más ligera que el agua. Entonces tomé impulso y golpeé con mi puño el centro de su cara,
         Siguieron otros golpes y patadas. Estaba cansado y quería terminar ya con aquello. Mi ego estaba salvado, llegó un momento en que me era indiferente, no sabía si aquel tío acabaría conmigo o, que llegara a matarme. Ya me daba igual.
     

          Lo peor fue al día siguiente, cuando me levanté de la cama con el rostro hinchado y dolorido. Me rompió un diente, lo que me hizo muy poca gracia.
-."¡Qué estupidez!"-.
         Y lo peor es que muchas de las cosas que hice en mi vida no fueron más que impulsos inmaduros y absurdos.

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