DE PROFUNDIS
-."No me estás entendiendo".- le dije sin casi mirarle, sin casi querer sentirle cerca. Realmente no me entendía, porque su mente iba por otro camino.
.-"No quiero hablar más,".- fueron tus últimas palabras.
Decidimos caminar sin rumbo, las pequeñas calles del viejo Madrid se sucedían en un rosario de sentimientos y misterios reales. Aquella tarde me sentía más vivo que nunca, y mi piel absorbía tus presencias y tus respiraciones.
-."Si me marcho ahora no volveré nunca más".-
-."Tú mismo, eso es una decisión tuya".- decías sin mirar.
-"Sabes perfectamente que me haces daño si no me miras".- me miraste fugazmente, seguramente lo hiciste para que no quedara duda de tus buenas intenciones, de la entereza de tus palabras.
Entonces me marché, y lo hice sin mirar atrás sin convertirme en estatua de sal, en ridícula imagen de mi mismo.
Metí las manos en los bolsillos y aligeré el paso, era capaz de escuchar mis propias pisadas, mis lágrimas resbalando en los surcos invisibles de mi rostro, ya construidos infinidad de veces. Y como un marino me adentraba en un mar gris y oscuro, lleno de tormentas y maderos hinchados por el agua salobre.
Desde lo más hondo, desde lo más oscuro y tenebroso, en medio de la noche de las noches sigo invocando el nombre prohibido de tus ojos. Sé que no debo hacerlo porque...no existes, en serio...creo que nunca has existido, que sólo eras expresión del miedo al dolor y a la angustia de la soledad que me alcanzará con las sombras en eternos crepúsculos.
.-"No quiero hablar más,".- fueron tus últimas palabras.
Decidimos caminar sin rumbo, las pequeñas calles del viejo Madrid se sucedían en un rosario de sentimientos y misterios reales. Aquella tarde me sentía más vivo que nunca, y mi piel absorbía tus presencias y tus respiraciones.
-."Si me marcho ahora no volveré nunca más".-
-."Tú mismo, eso es una decisión tuya".- decías sin mirar.
-"Sabes perfectamente que me haces daño si no me miras".- me miraste fugazmente, seguramente lo hiciste para que no quedara duda de tus buenas intenciones, de la entereza de tus palabras.
Entonces me marché, y lo hice sin mirar atrás sin convertirme en estatua de sal, en ridícula imagen de mi mismo.
Metí las manos en los bolsillos y aligeré el paso, era capaz de escuchar mis propias pisadas, mis lágrimas resbalando en los surcos invisibles de mi rostro, ya construidos infinidad de veces. Y como un marino me adentraba en un mar gris y oscuro, lleno de tormentas y maderos hinchados por el agua salobre.
Desde lo más hondo, desde lo más oscuro y tenebroso, en medio de la noche de las noches sigo invocando el nombre prohibido de tus ojos. Sé que no debo hacerlo porque...no existes, en serio...creo que nunca has existido, que sólo eras expresión del miedo al dolor y a la angustia de la soledad que me alcanzará con las sombras en eternos crepúsculos.
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