VERDE MAR
El sonido sordo de las olas me arrastra hacia las profundidades de mi soledad. Soledad de isla perdida, clavada en medio de las masas de agua que aman a la roca inerte, insensible imperturbable. El mar que me abraza desde la distancia con su s manos salitres, con sus óxidos rojos y hermosos con el rumor de una multitud sin par de muertos que aman la vida y vivos que huyen de si mismos.
La soledad vuelve una y otra vez como esas olas, arrastrando las diminutas piedras de colores, gastando los filos de las pizarras cristalinas, desengarzando los granates de las piedras. La soledad ha devastado las aristas de mis ilusiones, de los sueños más hermosos, y ha conseguido distensionar los resortes de un espíritu que soñó con ser épico.
Que todos estamos solos, porque todos sabemos cerrar los ojos y mirar hacia la profunda y misteriosa oscuridad de nuestro interior. Es cierto que lo estamos...pero quiero encontrar otras soledades, para cruzarlas con la mía, para hacerla brillar como hacen los rayos del sol en los crepúsculos mediterráneos.
La soledad vuelve una y otra vez como esas olas, arrastrando las diminutas piedras de colores, gastando los filos de las pizarras cristalinas, desengarzando los granates de las piedras. La soledad ha devastado las aristas de mis ilusiones, de los sueños más hermosos, y ha conseguido distensionar los resortes de un espíritu que soñó con ser épico.
Que todos estamos solos, porque todos sabemos cerrar los ojos y mirar hacia la profunda y misteriosa oscuridad de nuestro interior. Es cierto que lo estamos...pero quiero encontrar otras soledades, para cruzarlas con la mía, para hacerla brillar como hacen los rayos del sol en los crepúsculos mediterráneos.
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