EXAGERAS
R. daba pasos rápidos y cortos, parecía que quería alargar el momento, sentir con profundidad la expectación, la sorpresa. Al final de la calle, en la esquina, estaba él. Bajo el sol abrasador de julio en Madrid. Su figura se giró y le vio, dibujando una sonrisa que era visible en la distancia.
-."Hola...".- dijo R. con timidez. Al estrecharse las manos, sintió la cálida humedad del sudor y luego la sensación fría de la brisa vespertina en las palmas de las manos abiertas, entre los dedos separados, testigos mudos de un afecto profundo y eterno. Sólo hacía un mes de su primer encuentro, fue algo fortuito, igual que todas las cosas importantes de la vida, porque nacer es fortuito y también lo es morir.
Se encaminaron lentamente hacia el Museo, el arte era una afición común, algo interesante y fascinante para ambos.
-."No es fácil encontrar alguien como tú".- dijo R. Mirando hacia la lejanía inmediata de la calle. Sus ojos rozaban con rapidez el gris de las aceras, sucias y centenarias, de aquella ciudad.
-."No es verdad, eso es que has conocido poca gente".- respondió él.
-."No sé qué decirte, tal vez seas la primera persona que conozco, o que quiero conocer".-
La tarde transcurrió entre metros de lienzos salpicados de colores profundos y sublimes, y la vida se derramaba en cada uno de ellos, en cada respiración contenida y en el silencio frío de las salas marmóreas.
-.¿Sabes?.- dijo R. sin dejar de observar el largo pasillo del Museo, que conducía a sus numerosas salas.
-¿Qué, míster Sensibilidad?.- le respondió aquel hombre de ojos claros como los vidrios de una catedral.
-."Me haces muy feliz".-
-."Exageras".-
-."Tal vez, pero es que esta es la versión que quiero de la felicidad".-
-."¿hay otra?.- preguntó él con aire divertido.
-." Creo que la tuya".-
Salieron del Museo,y en el Barrio de las Letras rondaron por bares, dejándose llevar por un amor etílico y hermosamente pasajero.
-."Hola...".- dijo R. con timidez. Al estrecharse las manos, sintió la cálida humedad del sudor y luego la sensación fría de la brisa vespertina en las palmas de las manos abiertas, entre los dedos separados, testigos mudos de un afecto profundo y eterno. Sólo hacía un mes de su primer encuentro, fue algo fortuito, igual que todas las cosas importantes de la vida, porque nacer es fortuito y también lo es morir.
Se encaminaron lentamente hacia el Museo, el arte era una afición común, algo interesante y fascinante para ambos.
-."No es fácil encontrar alguien como tú".- dijo R. Mirando hacia la lejanía inmediata de la calle. Sus ojos rozaban con rapidez el gris de las aceras, sucias y centenarias, de aquella ciudad.
-."No es verdad, eso es que has conocido poca gente".- respondió él.
-."No sé qué decirte, tal vez seas la primera persona que conozco, o que quiero conocer".-
La tarde transcurrió entre metros de lienzos salpicados de colores profundos y sublimes, y la vida se derramaba en cada uno de ellos, en cada respiración contenida y en el silencio frío de las salas marmóreas.
-.¿Sabes?.- dijo R. sin dejar de observar el largo pasillo del Museo, que conducía a sus numerosas salas.
-¿Qué, míster Sensibilidad?.- le respondió aquel hombre de ojos claros como los vidrios de una catedral.
-."Me haces muy feliz".-
-."Exageras".-
-."Tal vez, pero es que esta es la versión que quiero de la felicidad".-
-."¿hay otra?.- preguntó él con aire divertido.
-." Creo que la tuya".-
Salieron del Museo,y en el Barrio de las Letras rondaron por bares, dejándose llevar por un amor etílico y hermosamente pasajero.
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