El clima de la ciudad de Soria es mediterráneo-continentalizado. El invierno se caracteriza por ser largo y frío (enero 2,9 °C), llegándose a producir anualmente unos 90 días de heladas. Por su parte el verano es cálido (20 °C julio y agosto), con unas temperaturas máximas alrededor de los 28 °C, que en los días de canícula pueden llegar hasta los 35 °C, pero el calor estival se ve suavizado por unas noches frescas de unos 10 °C. Las precipitaciones son moderadas (570 mm al año) siendo la primavera la estación más lluviosa destacando los meses de abril (3 ) y mayo, en invierno pueden producirse nevadas.
En el vídeo tenemos la Rueda de San Lorenzo. La población de Covaleda, y muchos foráneos, se reunen en las fiestas del Santo y entonan una canción y bailan juntos. Se trata del momento culminante de las fiestas, donde participan gentes de todas las edades.
.-"A noche no pude a penas dormir".- R. tenia una expresión distraída, como alejada del mundo, de las cosas que le rodeaban -.!¿Qué te pasó".-le preguntó su amante mientras le sostenía la mirada con dulzura con una atención casi maternal, decadente, intensa en demasía. -."No sé".- sí lo sabía, fue el sonido del viento, los aullidos de ese ser invisible, misterioso, omniabarcante. -."Tengo miedo del viento, me da vértigo encontrármelo de cara, chocarme con él, tan inmenso, tan grande·. El viento viene tras nosotros, nos rodea con amor, nos arrastra y recuerda constantemente la fragilidad de nuestras existencias, el viento es el mar donde hos encontramos hundidos, naufragados.
Hoy he sentido de nuevo esa extraña sensación tras de mí, ha sido un leve estremecimiento, un suspiro misterioso , absolutamente imperceptible a los oídos de cualquiera, pero no para los míos. Otra vez esas pisadas leves que hacían nacer la ilusión en mi interior. -"Aunque no te vea, sé perfectamente que estás ahí. Sabes que eso me alegra, simplemente el sentir que no me encuentro solo ni abandonado a mi mismo, perdido en el bosque de mi propia identidad, de mi propia imaginación.".- La vida se está convirtiendo en navegar con las velas desplegadas, hinchadas por el hálito de tu amor, por el viento impetuoso de sus besos espaciados y cadenciosos. Son las cadencias de un corazón palpitante, colmando de calidez cada una de tus miradas, de tus silencios y de tus espacios infinitos.
Los días se hacen más largos en las tardes de verano, parece que el calor ha dilatado los átomos de tiempo, las partículas que construyen la respiración. Aquel verano fue especial, como todos los veranos, como todos los crepúsculos vividos rodeado de mar y de sal. El crepúsculo acuchilló la nostalgia y sólo pude adivinar entre las multitudes de veraneantes el perfil de tus ausencias. No es que me importe, o que me duela el que desaparezcas, la vida consiste en eso, en dinámica, en realidades que desaparecen y otras que surgen. Pero envidio la serenidad de las estatuas, en sus presencias eternas, desenterradas de un pasado que siempre es presente. La mirada de la estatua se pierde tras de mi, en un horizonte ciego y hermoso. Indiferente a las miradas que le desean y pretenden arañar su epidermis de mármol. Su presencia es pura superficialidad, pura apariencia, invocando un interior que está únicamente dentro de aquel que la contempla. Sentirme estatua e
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