AMANECER

       Aquella mañana, el velo que cubre el ara de los templos, se rasgó cuatro veces. Cuatro plegarias se elevaron hacia las bóvedas celestes, filtradas entre la trama de las sedas sagradas. Cuatro veces se abrieron mis ojos, escudriñando entre las sombras.
-. Sí, he oido tu voz. Ahora sí descansan en paz los muertos de mi pecho-.
entiendo el sentido de tus sueños, el tono de tus palabras , y ha llegado la hora del descanso, del olvido, de las pequeñas muertes de la memoria.






        Ya que ha caido el velo a la tierra, ya que ha quedado hecho jirones, déjame descansar sobre él, para que mis pies sientan la dulzura de sus hebras y protejan mis pies de los cantos grises.
 Con tus cuatro gritos, empezaron a reconstruirse los muros de mi alma y ahora nacerán nuevos dioses, que harán cubrirse de luto a los hombres antiguos, y crearán un nuevo mundo, más limpio, más verdadero, más hermoso.

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