LA RENDICIÓN


        Ya no te esperaré más en las esquinas de tus calles favoritas, ya no miraré al teléfono imaginando el sonido de tu voz. al final has llegado al fondo del pozo, al interior de esa gruta del dolor y la desesperación. 
       Ya no me parecen  peculiares los momentos en los que desviabas la mirada cuando te hablaba, o aquellos silencios prolongados en eternos segundos en el auricular del teléfono. Pero lo peor no es que desparezcas,  como el sueño de un niño pobre. No; lo peor ha sido  mi rendición, cuando mis armas levantaron el polvo de un suelo seco y recalentado por el sol del misterio. Mi armadura de bronce, brillante como el oro y labrada por artesanos y artistas, quedó inutilizada por el hierro de la indiferencia. Eso ha sido lo peor, rendirme, caer como una ciudad amurallada, poderosa y segura de si misma, tras el asedio hecho por un rey que no tenía nada que perder. Y  mi dolor es doble, porque no luchaste cara a cara, sino que cortaste los rios que llenaban mis fuentes y cerraste las puertas para que mi alma se hundiera sola y cubierta de sombras.
       Y un rey  cobarde, parapetado en el dolor de otros, armado con una valentía que no es la suya, se aposentó ante los goznes de mis  puertas.
       Y ahora te hago esta pregunta
-. ¿Por qué no me gritaste declarandome la guerra? te quedaste callado, como un cadaver polvoriento, y yo seguía esperando el sonido de tu grito de guerra, sin saber que no me darías ni siquiera eso.





        Me rendí, agotado por el tumulto de tus silencios.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Anónimo ha dicho que…

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