EL MAGO
Aquel hombre delgado, sonriente y de vivos ojos, era el mago con su verde y polvoriento gorro, del que asomaban mechones de cabello negro y brillante. Solía aparecer por plazas y cruces de calles mostrando todo un mundo de prodigios. Era capaz, decían algunos, de transformar el plomo en oro, de construir palacios con escombros, de limpiar las miradas que han sido enturbiadas por la vida y el dolor. Los rigores del invierno no eran su momento, siempre lo encontrabas en las dulces tardes de primavera, aquellas jornadas en las que las brisas están llenas de la vida y las tardes se hacen de oro. El mago era imprevisible, nadie sabía exactamente el momento de su llegada, ni de su desaparición. Sólo se escuchaba su voz, como un susurro, como algo cotidiano pero extraordinario a la vez:. -.Venid todos, que soy el mago, el artífice de los prodigios, la mano misteriosa y amable que os dará rumbos inesperados, ilusionantes. Seréis testigos de prodigios sutiles como el aire.-