EL MARINO

El mar estaba muy calmado, a penas las olas movían el pequeño barco.
-. ¡Qué sensación tan extraña cuando se ha pasado tanto tiempo luchando contra las marejadas!.-
El viejo marino apenas hablaba, poca gente le había escuchado, y menos personas aun se atrevían a sacarle conversación. No es conveniente extraer palabras de aquel que sólo supo hablar con el mar, ese mar al que entrega su existencia cada minuto, cada palpito.Un océano lleno de amor sumergido, de naufragios grises.
Navegaba siempre hacia el horizonte curvo, hacia los confines donde las aguas de los antiguos se precipitaban; el sitio donde los muertos se confunden con el aire, con el fuego de un sol eterno.





Y el barco rasgaba la superficie del agua, aquel barco oxidado en el que el rojo de la pintura de su casco llegaba a confundirse con el óxido, y el azul de las franjas superiores a penas se reducía a unas escuetas manchas que, mirándolas con detenimiento, se asemejaban a extrañas caras y monstruos fascinantes.

Cuando le preguntaban dónde iba, la única respuesta que salia de sus labios se clavaba en el corazón, como la espuela en el costado de un caballo famélico:
-.A la mar.-
y siempre respondía sin mirar, agachando su cabeza, encorvando su fuerte y moreno cuello y mostrando la parte superior de su gorra azul desteñida por los rayos solares. Y allí, en el mar pasaba las horas, sin saber nadie qué hacía realmente.

-.Sigo viviendo.- se decía a si mismo, y era consciente de esta revelación porque seguía navegando, porque continuaba girando el timón lentamente, porque aun sentía el olor del mar.

-. Soy viejo, navego porque sí, porque se me apetece.-
vivir porque sí, porque se ama la vida igual que se ama al mar.

Comentarios

pilistrupi ha dicho que…
¡qué bien escribes!

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