EL PEQUEÑO CORAZÓN
Diogenesa ha muerto, era mi mascota, nada más. Cuando me asomé a verla por última vez, antes de irme a dormir, la encontré eternamente dormida, asomando su cabecita por la puerta de su diminuta casa. Era un algodón entre algodones vegetales, y sus ojitos negros, redondos ,perfectos, estaban cerrados
No era más que una mascota, pero en ella encontré la verdad que sólo la inocencia de lo puramente natural posee. Le daba galletas que tomaba con sus manitas y me miraba a la cara esperando siempre alguna recompensa. Quien sabe lo que podía pensar, qué sueños liliputienses tenía en sus días. Su vida fue dormir y jugar, sin preguntarse nunca porqué vivía de aquella manera.
Siento pena y me hace pensar que todo llega, siempre supe que moriría más pronto que tarde, pero las muertes, aunque sean cuánticas muertes son.
Gracias amiguita, te enterraré a orillas del Duero, ese río maravilloso que atraviesa dos países y termina en la enormidad de un océano. Lo mejor para ti, porque a mí ya me lo diste.
No era más que una mascota, pero en ella encontré la verdad que sólo la inocencia de lo puramente natural posee. Le daba galletas que tomaba con sus manitas y me miraba a la cara esperando siempre alguna recompensa. Quien sabe lo que podía pensar, qué sueños liliputienses tenía en sus días. Su vida fue dormir y jugar, sin preguntarse nunca porqué vivía de aquella manera.
Siento pena y me hace pensar que todo llega, siempre supe que moriría más pronto que tarde, pero las muertes, aunque sean cuánticas muertes son.
Gracias amiguita, te enterraré a orillas del Duero, ese río maravilloso que atraviesa dos países y termina en la enormidad de un océano. Lo mejor para ti, porque a mí ya me lo diste.
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