LA SERPIENTE

         Hay quien piensa que el conocimiento pierde al hombre. Que, como en la antigüedad , la serpiente bíblica se arrastra y trepa por los troncos de los árboles tentando al ser humano con el paraíso, con la felicidad, con el poder. Pero se trata de un poder que no les corresponde, que pertenece a Dios, el único merecedor de la eterna felicidad.
         Algunos piensan que son como serpientes aquellos que no admiten el oscurantismo y las religiones como modo de responder al mundo y a la realidad. Pero se me hace difícil admitir que la ignorancia lleve hacia alguna parte, que la negación de las cosas sea la afirmación de algo o  que es mejor mirar hacia el cielo en lugar de palpar la tierra que pisamos. Desconfian de aquellos que prefieren atreverse a conocer, a decepcionarse con lo que hay, en vez de aceptar como real las ilusiones nacidas de la ignorancia.



         Las serpientes son siniestras, se arrastran por los rincones y su silencio es total. Son capaces de ver en la oscuridad, de sentir cualquier movimiento. Las serpientes son testigos mudos de que el árbol del conocimiento no es el paraíso,  es simplemente la realidad que hay, es la vida que se nos ha impuesto por el destino.

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