EL PALACIO

       Las paredes siguen mostrando el descaro de un pasado exultante y pretencioso, nunca demasiado brillante. Son las reminiscencias de un siglo diecinueve, en el que la nobleza era un signo de alejamiento del nuevo mundo proletario que se venía encima. Pero sobraban cuadros, acumulados en décadas y sucesiones constantes de familiares inmortalizados. El polvo llegaba a resbalar por entre las volutas de las antiguas columnas de hierro  que sostenían el techo del gran salón, y la atmósfera era pesada e impactante.
       Nunca hubo demasiada vida en el palacio, a penas unas temporadas en las que los niños de la familia llegaban del internado, o cuando la Guerra Civil, en aquella época numerosos familiares, algunos casi olvidados, llegaban para refugiarse temporálmente y luego huir a Francia o Portugal. Aun así, los propietarios se resistían a venderlo, muchos de esos palacios de la nobleza provinciana se habían convertido en pequeños hoteles o simplemente, desaparecieron.








       El palacio no tenía jardín, era una finca urbana y considerada muy moderna en su tiempo. Se accedía al recibidor diréctamente desde la calle, lo que le hacía pasar, en cierto modo, desapercibido.
-."En este palacio vivió mi abuela, aquella mujer de la que sólo conservo una foto, vestida con traje de montar a la española".-
       Aquel palacete, de muros terrosos y manchados por los años, no era más que un recuerdo, un apellido, la historia de un linaje que está condenado a ahogarse en su propia sangre.

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