EL TEMPLO DE LA NADA

         Al atravesar las puertas del templo, al cruzar la frontera invisible que marcan sus grandes columnas de bronce, un pesado manto de oscuridad cayó sobre mi mente. Atrás quedó el mar de bronce, con sus bueyes sagrados e inmóviles, y alzo la vista para preguntar, para gritar
-."¿porqué orlaron tus muros con infinitas granadas y cubrieron el Santo de los Santos con el oro más fino?.-
         Nadie responde, un silencio espeso y suave envadurna mi cuerpo. Los espacios inmensamente vacíos, eternamente duros como jaspes nacidos en el oriente son los eternos testigos de la soledad, del sin sentido, de la nada.


         Entonces , de la oscuridad surgió la figura de un anciano vestido de blanco purísimo. Aquel hombre venerable, adorable, dulce y sereno me clavó sus opacos ojos grises en los mios y, con voz grave , me dijo:
-."mil años llevo  arrodillado entre estas paredes, mil años llorando y sintiendo la presencia de aquel que jamás he visto. Pero no quiero verlo, prefiero esconderme tras el velo sagrado, tras la penumbra de las palabras escritas en los viejos libros. Ahora yo te invito a vivir a mi lado".-

          Es difícil construir murallas para proteger a quien no has visto y a quien no has tenido la oportunidad de amar

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