DONDE RUGE LA CEBADA CAPÍTULO 2



El sol acababa de asomar por encima de las colinas que rodeaban la vieja población de Oldprovidence cuando el ya veterano Benjamin Johnson se asomó al porche de su casa para respira el poco aire fresco que daban los días de verano. Miró directamente al sol sin apartar la mirada. Una costumbre que había adoptado desde pequeño, y que tantos reprimentos le había costado por parte de su difunta madre. No pudo evitar sonreir y dar gracias al Señor por aquella plantación, pequeña pero funcional, de calabazas y cereales, con las que elaboraban las famosas "pumpkin ale" para refrescarse por la noche, a la vez que embriagaban al personal con ese toque tan característico que conseguían añadiendo un poco de canela a la mezcla de cebada, lúpulo, malta y calabaza.
Padre de cuatro hijos, dos niños de 16 y 8 años y dos chicas de 11 y 5 respectivamente, llevaba dos años ya cuidando el sólo de aquellos jóvenes obligados a madurar a la fuerza por la repentina muerte de su esposa y madre por unas fiebres altas de causa desconocida.

No podía evitar acordarse de su mujer cada mañana en aquel porche, donde ella tendía las sábanas blancas y los pantalones arrugados por el uso diario labrando la tierra. También era el lugar donde dejaba enfriar aquellas tartas de manzana que tanto habían endulzado las fiestas parroquiales de aquel lugar. Nadie había vuelto a hacer una tarta como aquella. Las manos de su mujer amasaban el hojaldre con una suavidad y ternura raramente vista en una mujer nacida en un entorno rural como aquel.

Desde la casa se podía apreciar el centro del pueblo a lo lejos, coronado por la parroquia situada en la colina que dominaba aquella población.
Tuvo que ser cuando se preguntaba, mientras encendía su vieja pipa de cedro, en que aprovecharía la tierra del barbecho, cuando su nombre resonó viajando por el aire aún fresco. La voz provenía del bueno de James, un panadero algo rechoncho que había forjado una gran amistad con Benjamin durante los días de infancia, en los que escapaban de la escuela para vivir aventuras en el bosque cercano. La cara sudada de aquel hombre mostraba una expresión de angustia que reflejaba la tensión que se iba a vivir en la localidad durante esos días.
Se tomó un respiro para recuperar el aliento y volvió a acercarse al porche mientras Benjamin se le acercaba extrañado

-¡Benjamin, es horrible! ¡Corre!- James parecía darse la vuelta e indicarle un camino hacia el oeste; el sendero que conducía al bosque donde jugaban de pequeños.

-¡Para, para! ¿Se puede saber qué es lo que pasa?- Sus palabras se oían entrecortadas por la respiración que empezaba a aumentar, por la pipa ya apagada y, por las extrañas ideas que le estaban viniendo a la cabeza.

Al poco supo a donde se dirigían. El viejo molino se alzaba como una ruina descuidada en aquel montículo alejado de toda vida. Se encontraba rodeado por un conjunto de vecinos, los cuáles tenían muy buena relación con Benjamin y, quizá, no tanto con James por la temprana rigidez que hacen de sus hogazas auténticas piedras al día de haberse horneado. No sólo árboles y vecinos daban vida al lugar, sino que el cuerpo inerte, desnudo y herido del viejo regente de esa ruina que colgaba boca abajo del árbol más cercano a la muchedumbre.
No fue el hecho de ver a cadaver lo que removía los estómagos de los vecinos de Oldprividence. Era la imagen del mismo. Colgado de una rama manchada por el liquen, y del tobillo derecho colgado con los brazos caídos, casi queriendo tocar el poco musgo que quedaba en el suelo, repleto de piedrecitas y algún que otro insecto.
Hasta los cuervos parecieron enmudecer ante la imagen macabra no apta para estómagos sensibles; algo de lo que dio prueba la mujer del herrero, la señora Guilliam, la cual había llegado al paraje poco antes que James y Benjamin, a pesar  de las advertencias de su marido, el que se decía ser el hombre más fuerte de Oldprovidence.

La voz de un nuevo vecino resonó por detrás de aquellas cabezas que no dejaban de mirar hacia las ramas- Es un acto del demonio. Propio de brujería. ¿Me oís? ¡Brujería!- La saliva le escapaba de la boca a modo de perdigones al párroco Dewey.

-Por favor reverendo, creía que habíamos abandonado esas ideas hace mucho tiempo- Benjamin parecía algo más calmado que el resto de los vecinos- Es un asesinato en toda regla; un acto propio de la mente más vil.

-Entonces cómo explicas que no haya rastro de huellas en la tierra. Ayer llovió Benjamin. Y cómo das explicación a ese olor- Esta que hablaba era la joven Susan, la solterona de 30 años que se encargaba de vestir a medio pueblo. Se decía que seguía soltera por el mal humor que tenía desde por la mañana, pero a eso le debemos añadir una dentadura marrón, una frente prominente y un mal aliento que avisaba de su proximidad desde metros. El olor al que se refería susan era bastante penetrante. No era desagradable ni tampoco invitaba a quedarse. Una mezcla del limón más ácido con alcohol. Quizá fuese esta la razón por la que ni los cuervos iban a tocar a aquel pobre y cojo viejo que pendía de una cuerda húmeda


Ángel cuesta Bascón

ENLACES DE INTERÉS:


EN ESTE VÍDEO PODÉIS VER CÓMO SE HACE UNA TARTA DE MANZANA TÍPICA AMERICANA.

EN ESTE OTRO VERÉIS UNA DRAMATIZACIÓN DEL CASO MÁS FAMOSO DE BRUJERÍA EN LOS ESTADOS UNIDOS: OS JUICIOS DE LAS BRUJAS DE SALEM

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