HISTORIA ARTE ATRACCIÓN Y TACTO

Los pasos se empiezan a desviar por aquel suelo de ladrillos escalonados, azulejos enlacados y el mármol más frío que han notado tus pies. No sigues ningún rumbo fijo, sólo el de tu mero instinto que se ve guiado por la atracción que sientes, por las imágenes que reciben tus ojos en aquella sala tan oscura, donde el resto de cabezas, de caras ocultas por cámaras fotográficas desaparecen para dejarte en una absoluta sensación de unión con aquel lugar.

No puedes evitar sacar al niño y empezar a pasar tus dedos por la yesería, la caligrafía que se desliza mientras caminas lento pero sin pausa. Necesitas sentir entre tus dedos el relieve. Sentir los surcos como si de una montaña rusa se trataran. Se vuelve fría porque has llegado con ellos a los azulejos. Al verde, al azul, al blanco.





Sigues. Un mar dorado te hace cerrar los ojos para devolverte la vista inesperada de una habitación hermosa, dorada y solitaria. Parpadeas y la habitación está llena. Tus amigos te devuelven a la tierra con la mayor de las risas. Juegas con tu cámara con ellos. Haces de aquel lugar tu laboratorio y esto te llena de felicidad, porque sabes que sin ellos este lugar no sería igual.


Te vuelves a perder por tus pasos, alineados con lo que ven tus maravillados ojos, y tocas . Tocas, con las yemas agrietadas de tus dedos, una cerradura centenaria, oxidada y desconchada. Introduces tu dedo por el pequeño agujero mientras te preguntas por los hombres y mujeres que han pasado por esta solemne y maciza puerta durante siglos. No se por qué , pero una sensación te empieza a embargar sin motivo aparente. Es algo ni alegre ni triste. Como cuando miras el horizonte del mar por la tarde. Como explicarlo. Es algo tuyo. ¿Alguien que falta aquí?
Notas un cosquilleo entre tus manos y es el romero, húmedo que acaricias entre tus manos. Vista, tacto y ahora olfato. La luz de los cristales coloreados te pinta el brazo. Miras al sol que se cuela por la ventana; sin cristal, de esas que agradeces en verano, y sin pensar te vuelve el oído; el barullo de los desconocidos y amigos.


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