UN BUEN DÍA
¿Es la sencillez lo que nos hace vivir? Esa pregunta se hacía mientras sus cortos cabellos tocaban la fresca hierba, húmeda aún por el rocío de la mañana. Quizás fuese la tranquilidad que supone el estar tumbado bajo el infinito universo, cuando a tu lado no hay más que la inmensa pradera que sustituye al hormiguero que supone una ciudad de aquellos días. El instinto más apaciguador le había llevado hasta a aquel lugar; y simplemente para respirar, llenar sus pulmones y dejar salir el aire de una forma tan especial que nunca más se podría volver a ver la forma en que sus labios dejaban escapar toda aquella vida caliente. Ante el vuelo de los insectos y de los pequeños mirlos se dejó cerrar los ojos para descansar de aquella intensa luz blanca que le tostaba la piel con suavidad. Lo que se abrieron fueron sus sensaciones, aún adaptándose a la nueva inmensidad en la que se encontraba. Se atrevió a zambullirse en ellas y se imaginó un día, un buen día. Comenzaría con una tranquila ma