EL VIAJE

         R. Subió al autobús con la mirada clavada en las numeraciones de los asientos. Sus ojos se desplazaban nerviosamente de un lado a otro
-."Cada vez los ponen en un lugar diferente".- de dijo un hombre mayor con una sonrisa.
Encontró su asiento, y al colocare sobre él lo notó más duro e incómodo que la última vez. Cuando ya faltaban unos minutos para la partida un joven se sentó a su lado. Era un chico guapo y con la apariencia de ser muy seguro de si mismo. Llevaba unos cascos puestos conectados al móvil , unos pantalones cortos llenos de bolsillos y una camiseta gastada pero de muy buena calidad.  Al mirarlo de reojo sintió algo de envidia, la juventud rebosaba por los poros de su piel, y en cambio él se sentía ya mayor, casi viejo. Tener más de cincuenta es un momento duro, en el que todavía no has podido aceptar que el tiempo ha pasado igual que esas briznas de hierba que crecen en los márgenes de las carreteras y se difuminan en tonos verdosos al paso del autobús-









         Entonces R. Cerró los ojos y comenzó a recordar los momentos de su juventud, aquellos años ásperos y excitantes, los instantes en los que la vida no era sino una aventura. Ahora el futuro se volvía espeso, lastrado por los recuerdos, y las miradas hacia atrás le hacían caer en la cuenta de los muchos errores que había cometido, y encima la juventud de aquel chico se le había clavado  en los ojos, igual que el cohete en el ojo de la luna, en aquella película de Méliês.
-."si volviera a nacer...".- era una expresión que le nacía en su mente como surgen los delfines en el mar al paso de los veleros.
         Pero no, no volvería a nacer, y si así ocurriera sería de nuevo partir de cero, comenzar a emborronar torpemente la inmaculada hoja de la vida, de las oportunidades. Pensaba que había convertido su existencia en un cuaderno al que se le acababan las hojas, intentando escribir mucho en el poco espacio que le queda, apretando las frases, las letras, ocupando todo el espacio posible.
Pero la vida es la vida, y las cosas son como son, y no han estado mal.
R. activó su libro electrónico y comenzó a vivir a su manera, la mejor que había conocido.

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