EL PERDÓN

R. tenía en casa, guardado como un tesoro, un viejo jarrón. No era nada especial, simplemente un jarrón que fue herencia de alguien de la familia. Siempre le gustó, tan sencillo y puro, en su interior parecía contenerse un mundo completo, oscuro y misterioso.  Llegaba a asegurar que, en ciertos instantes, alguien invisible lo golpeaba con  un dedo y emitía el sonido de una campana. Sólo tenía aquel objeto porque, en realidad, aborrecía acumular cosas inútiles. Pero aquello era distinto  simplemente le gustaba y conservarlo se convirtió en una opción personal.
       Una tarde se rompió. Sin darse cuenta le golpeó con un codo y cayó al suelo. El destrozo no fue grande, sólo se descompuso en dos grandes pedazos que facilitaron el arreglo. 
-.Dios, mi jarrón.- pensó, aunque con la tranquilidad de saber que tenía fácil solución, simplemente pegarlo con cuidado, con amor. Y así lo hizo.
       Pero desde entonces, nunca fue lo mismo. Aquel jarrón, en apariencia era el de siempre, el mismo objeto liso, blanco y de contornos redondeados. Sin embargo, cada vez que lo miraba le era imposible dejar de contemplar con atención la finísima junta pegada en la que se unían los dos elementos del jarrón. Ya no era lo mismo. Aquel objeto llegó a cambiar de nombre, ya era "el jarrón que se rompió".


                                     


       Dicen que el perdón es propio de Dios, él es el único capaz de olvidar y de recomponer la situación de un alma que ha caído en un error, y luego borrarlo todo, como si nunca hubiera ocurrido. Pero esto tampoco es verdad, porque a los perdonados no se les olvida sus faltas, y han de pasar años, siglos en el purgatorio. Aun así es propio de los dioses el poder hacer lo que quieren, y sólo ellos son capaces de decir ""te perdono", simplemente porque pueden hacerlo.. En eso nos parecemos a esos dioses, en que, en ocasiones, hacemos aquello que deseamos o queremos. Pero  no siempre es así, lo normal es que nos dejemos llevar por el miedo, por la pereza o por lo que nos apetece. Lo terrible es que sabemos las consecuencias de todo, las circunstancias que nos rodean y, aun así, caemos en el vértigo del momento.
       Podemos perdonar, comprender, amar, pero no podemos olvidar, porque la memoria es la sustancia del alma, el elemento que compone el Yo. Ni los dioses pueden negarse a si mismos, el olvido es una experiencia mística. Sólo nos queda aceptar la nueva situación y "renombrarla". Asumir los fallos y los errores y dar nombres nuevos, sustantivos, nunca adjetivos.
R. siguió amando a aquel objeto recompuesto, aunque de otra forma.
-.Te perdono , pero no me pidas que olvide, porque eso es imposible. Ahora las cosas han cambiado y lo sentimientos que siguen vivos, he de llamarlos de otra manera.-
El único problema es el dolor de saber que, aquel jarrón tuvo momentos en los que no estaba roto.

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