LA MÚSICA

       Intento encontrar sonidos en todo aquello que veo. Parece algo imposible, pero no es así...todas las cosas suenan. Las paredes de mi casa suenan a momentos de soledad, de sueños, de expectativas y de fracasos.

     


       La puerta es diferente, su sonido es más alegre, más ilusionante tal vez.  Cuando la miro, siempre ha de ser desde dentro, porque suena a algo que se abrirá, entonces se convierte un piano que golpea dulcemente un nocturno, o una rapsodia o...no sé qué. En cambio, si la miro desde fuera es casi como un réquiem. Da miedo verla, tan seria, tan rotunda, como invitando a entrar para no salir., se podría pensar que es más acogedora por dentro que por fuera.
        El techo suena bien, porque no lo puedo palpar, es imposible tocarlo dando un simple salto. Por fin algo que, aunque es inaccesible, sé que existe. El techo es un dios, sí eso es, un dios que permanece inmutable sobre todos los acontecimientos de mi vida. y, por cierto, lo tengo que pintar de nuevo.
       Mi cama es sonido, como mi armario, o las sillas en las que no suelo sentarme.Para escucharlos no necesito siquiera mirarlos, sólo palpándolos me desesperan, y no puedo decir porqué. Seguramente será la soledad. No es lo mismo dormir solo que con alguien, o sentarse solo a una mesa, o abrir las puertas del armario para contemplar siempre tu propia ropa, que por cierto suena como campanas de iglesias, llamando a los fieles a congregarse junto a ti, aunque estos no suelan acudir.
       En realidad, vivir es caminar por un bosque, donde todo suena. Las ramas suenan cuando el aire se desliza entre ellas, nuestros pasos son un estruendo, y el agua, y lo pájaros...
       En estos momentos quiero aprender a escuchar el sonido de mi propia existencia, y el sonido de los demás, y pienso que me gustaría saber plasmar en un pentagrama todos los sonidos que llegan a mi mente, aunque mi mundo no suene como una sinfonía perfecta.

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