LAS ACERAS

         R. estaba convencido de  que  las cosas nunca son como parecen. Y lo sabía por experiencia. Aquellos que él consideraba amigos no eran realmente lo que esperaba, es lógico que uno quiera sentirse bien consigo mismo, bien sintiéndose amigo de otros, cuando realmente todos somos unos egoístas.
-."En el fondo siempre estaré solo".- solía decir en ocasiones, y realmente era cierto, puesto que nadie le escuchaba.
         Pero lo realmente irritante es cuando R. era cuestionado por los otros, como si él mismo fuera el causante de su propia soledad. Estaba inmerso en una infinita espiral, en la que las relaciones sociales no eran más que circunstanciales y todo el mundo es "majo".



         Y R. caminaba solo por las calles, siempre por las mismas, como un vigía que otea el horizonte buscando una leve raya oscura que anuncie tierra, la esperanza de un puerto al que ir, un lugar donde llegar.
-."Todo es pura apariencia".- se decía otra vez a si mismo, simplemente porque cuando él daba amistad lo daba todo. Es la condena de los miserables, que por poco que te den, sabes que es todo y dar más sería inhumano.
-."Mierda de mundo".- y era cierto porque la realidad no es más que un paño que se queda escaso, que se apolilla y que pierde su color original.
-."Tengo que mirar hacia otro lado"-. y siguió caminando, como todas las tardes, sin creer en el saludo de los conocidos, sin creer en nada más que los metros de acera que tenía por delante.

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